El término “meditar” adviene del latín “meditari” (meditar, considerar). Este verbo deriva una raíz indoeuropea *med – (medir, tomar medidas adecuadas), que también dio en latín el verbo Mederi (cuidar, tratar) de donde vienen las palabras médico, medicina o remedio.
Considerando esto, la única relación entre la meditación y el cuidado mismo, no es solo etimológica. Partiendo de esta profunda raíz conceptual, una relación entre el meditar y el considerar o tomar medidas adecuadas para tratar aspectos y situaciones; siendo esta necesidad de “atender asuntos”, algo presente en diferentes culturas a lo largo del mundo.
Siendo así encontramos en la vasta herencia humana, sistemas distantes y contrastados, enfocados a desarrollar LA ATENCIÓN PLENA, lograr el ejercicio de la mente en la plenitud de sus posibilidades conscientes.
Para esto, diversos métodos y sistemas fueron planteados desde la antiguedad, por mencionar tantas como la meditación socrática, vedanta advaita, meditación tántrica, Jana Yoga o Yoga de los símbolos, meditación zen, meditación aúrea, meditación faraónica, meditación cristiana, gnóstica y entre muchas otras prácticas que sistematizaron prácticas y acciones para lograr la atención plena de la conciencia. Si bien cada una mediante caminos diferentes, no obstante teniendo como elemento común “la constante indagación sobre la consciencia del instante y el control de la respiración”.
Sumado a esto, la creatividad es consecuencia de la meditación. Entendida esta como práctica o “actividad” creadora, la puesta en acción y el reflejo de esto en nuestras vivencias cotidianas; nuevas percepciones, desaprender creencias, empezar nuevos caminos y resignificar nuestra vida.